Hace muchos años, quizás tenía unos 15, escuché que una persona que conocía tenía 6 garajes en Barcelona. Pensé que era buena idea que mis padres compraran algún garaje, ya que les daba un fijo todos los meses y el riesgo era mínimo. Era como tener un depósito en el banco. Por aquella época, en mi entorno escuchaba que los pisos de alquiler daban muchos problemas, que no pagaban, que los destrozaban, en definitiva, que era un dolor de cabeza para aquellas personas que heredaban un piso, así que ese riesgo en un garaje no existía, 12 o 15 metros cuadrados de suelo donde no había que asegurar ni preocuparse de nada. Así que los garajes fue el primer tipo de inversión inmobiliaria.
 
Pasaron unos años, y mis padres se iban a jubilar en breve. Tenían un pequeño comercio, y estaban preocupados en lo complicado que iba a ser traspasarlo. Sin embargo, desde un primer momento, lo tuve claro: el local afortunadamente estaba en una calle principal con bastante afluencia de gente, y en una zona con bastantes edificios de 15 plantas, así que la mejor opción, descartando que yo no seguía con el negocio familiar, era alquilarlo. Y así fue, lo alquilamos después de preparar un informe sobre la población, flujos de personas, y ventajas que tenía para un negocio en concreto, y con la primera empresa que me dirigí cerramos el trato. ¡Más de 20 años y ahí siguen! Así que la segunda experiencia de inversión inmobiliaria fue un local, una renta que afortunadamente complementaba la pésima pensión que tienen los autónomos (en el caso de mis padres después de haber cotizado toda su vida, por debajo del salario mínimo interprofesional a día de hoy).
 
Yo estaba trabajando por aquella época en Madrid, y mis padres decidieron comprar un piso en un edificio que se iba a construir y donde también habían comprado otros familiares, inicialmente, por inversión. Pero llegó el día en que nos entregaron las llaves: lo vivía en Madrid y ellos solos, el piso familiar donde habíamos vivido era de 4 habitaciones, y el nuevo de 2 habitaciones. ¡A quién no le gusta estrenar un piso! Así que decidieron cambiarse. Y el piso familiar no lo íbamos a dejar vacío, dejando pasar los meses y acumulando gastos de comunidad y suministros. Después de convencerles, ya que no íbamos a volver a vivir en el piso familiar, decidimos alquilarlo. Y así fue el inicio del tercer tipo de inversión inmobiliaria: vivienda de alquiler.
Empecé a darme cuenta que las viviendas de alquiler eran bastante más rentables que los garajes, así que las siguientes inversiones fueron viviendas, y nos olvidamos de los garajes.
 
Hasta aquí puede parecer muy fácil y maravilloso invertir en inmobiliario, sobre todo en vivienda para alquilar, pero creerme que el camino no ha sido fácil: impagados, desahucios, reformas, derramas, … En esta vida todo cuesta, pero la inversión inmobiliaria la recomiendo encarecidamente, ya que es un tipo de inversión fácil de entender, y que con un esfuerzo razonable te genera unos ingresos pasivos aceptables, que poco a poco te van asegurando la jubilación.